La candidata San Gil se ha ido a Alemania, a hablar con los cristianodemócratas de la CDU, socios históricos del PNV y ahora mejor avenidos con los populares. Y es que a los vascos siempre nos ha gustado relacionarnos con los teutones, que con permiso de los galos son nuestros mejores clientes y proveedores.
Arzalluz pasó muchos años en Alemania, al igual que su ex amigo Joseba Arregi. Hasta el presidente del Athletic se ha formado en tierras germanas. Y todo el sector de automoción vasco vive mirando hacia ese país, últimamente casi de rodillas por temor a la competencia checa y polaca. Sólo nos faltaría descubrir que la virgen de Begoña es Made in Germany.
El caso es que nos gusta identificarnos con los alemanes. Eso sí, sólo en lo profesional, que en lo puramente ocioso preferimos mucho más los chiringuitos del Mediterráneo y la gracia andaluza. Y en lo político está claro que seguimos admirando ese buen hacer de los estadistas noreuropeos, sobre todo cuando se enfrenta a las ya clásicas chapuzas y corruptelas sureñas. Por eso, María San Gil prefiere ligarse a la alemana Angela Merkel, que encima tiene nombre divino, antes que a Mariano Rajoy, cuyo apodo suena más a cachondeo.
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