Las elecciones de este año no están tan calentitas como las de mayo de 2001. Y es que el ambientazo que vivimos en Euskadi en aquella ocasión, con Nicolás Redondo Terreros y Jaime Mayor Oreja, es algo que no se volverá a repetir. Todo parece indicar que la abstención aumentará (hace cuatro años fue solamente del 20.1%), y ya el Departamento de Interior del Gobierno Vasco ha adelantado que el voto por correo ha descendido de unas 70.000 solicitudes en 2001 a 50.000 este año. Además, he estado echando un vistazo a la previsión del tiempo en Yahoo para el domingo en Bilbao, Vitoria-Gasteiz y Donostia, y las tres coinciden en adelantar lluvias para esa jornada, sobre todo por la tarde.
Las temperaturas máximas no pasarán de los 17 grados, así que unido a que este año parece que hay menos margen para cualquier sorpresa electoral, a más de uno se le ocurrirá quedarse en casa leyendo el periódico o viendo la peli de la tarde, en lugar de ayudar a su partido político a conseguir ese voto que le falta.
Muchos votantes del PNV-EA, que votaron masivamente a Ibarretxe en 2001 ante el miedo de que Mayor Oreja ocupase Ajuria Enea, quizá no tengan este año el miedo metido en el cuerpo. Los del PP se acordarán, como se acordaron en las pasadas Elecciones Generales, de la Guerra de Iraq o del Prestige, y los del PSE-EE no tendrán ganas de votar a un candidato que nadie sabe lo que va a hacer el día 18.
Quizá sea un buen momento para que los partidos de izquierda, que tradicionalmente han movido fuertemente a su electorado, consigan sacar tajada del aumento de la abstención. Pero a los votantes de Madrazo igual les vendrá a la memoria el asunto de las subvenciones a los damnificados de la Guerra Civil, a los de Aralar les entrará la duda de si su voto es útil, y los de Batasuna quizá todavía se estén preguntando si los rojos de EHAK son o no los suyos.
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