Dos candidtaos eternamente empatados, un reglamento que no prevé una solución y unos políticos que prefieren escenificar sus diferencias y enemistades. Son los ingredientes del espectáculo vasco del momento, una obra por capítulos que abre telediarios, periódicos y alguna que otra conversación de bar. Y la culpa de todo la tienen el ex diputado general de Alava Emilio Guevara, entonces peneuvista y ahora socialista, y un tal Victor D'Hondt.
Este jurista belga del siglo XIX diseñó un método para repartir escaños que sigue siendo el preferido de casi todas las legislaciones electorales, incluida la vasca. Siguiendo sus dictados, se calculan cocientes para cada partido y se van asignando diputados a los restos más altos. Se supone que es un método justo y proporcional a los votos recibidos.
El problema surge cuando se mezcla con otras normativas no exactamente proporcionales. Es lo que ocurre en la Comunidad Autónoma Vasca, donde en virtud de la en su día polémica Ley de Territorios Históricos, cuyo 'padre' es precisamente Emilio Guevara, los escaños se asignan por provincias a partes iguales. Como consecuencia de ello, un voto en Alava tiene mayor valor que uno en Gipuzkoa y todavía más (más de cuatro veces) que uno en Bizkaia.
¿Qué habría ocurrido de no aplicarse esta ley? En ese caso, la coalición PNV-EA tendría dos escaños más (31) y el PP dos menos (13). En consecuencia, se rompería el empate a 33 y Atutxa continuaría como presidente del Parlamento, con el apoyo de 35 miembros frente a los 31 que sumarían PP y PSE.
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